«También la libertad estará mediada siempre por la realidad concreta del espacion y del tiempo, de la corporalidad, de la historia del hombre. Una libertad que no pudiera aparecer en forma mundana, sin duda no sería ninguna libertad que nos interesase de manera especial, y tampoco una libertad tal como la entiende el cristianismo. Pero habremos de distinguir siempre entre la libertad en el origen y la libertad tal como pasa a través del mundo y de la existencia corporal y así se media consigo misma… Donde se entiende realmente la libertad esta no es la facultad de poder hacer esto o lo otro, sino la de decidir sobre sí mismo y hacerse a sí mismo. Naturalmente esto no puede entenderse de nuevo en un sentido amundano, ahistórico y asocial, sino como la formalidad bajo la cual puede aprehenderse y expresarse la esencia de la libertad… el hombre vuelve a estar confiado a sí mismo, incluso cuando quiere renunciar a sí mismo en las antropologías empíricas. Pero él no se zafa de su libertad, y la pregunta sólo puede ser cómo él se interpreta a sí mismo (y esto de nuevo libremente)… el verdadero concepto de salvación no significa una situación futura que se precipita sorprendentemente sobre el hombre desde fuera a manera de una cosa, ya en forma agradable, ya en forma desagradable cuando se trata de la perdición, o que se le atribuye en virtud de un juicio moral. Significa más bien el carácter definitivo de la verdadera autointeligencia y de la verdadera acción propia del hombre con libertad ante Dios por la aceptación de la propia mismidad, tal como se le abre y transfiere en la elección de la trascendencia interpretada con libertad. La eternidad del hombre sólo puede entenderse como la autenticidad y el carácter definitivo de la libertad que ha consumado en su tiempo. A toda otra cosa sólo puede seguirle el tiempo pero no la eternidad, la cual no es lo contrario del tiempo, sino el carácter consumado del tiempo de la libertad… El hombre no es simplemente un ser vivo biológico y social, que desarrolla esta peculiaridad suya en el tiempo, sino que su subjetividad y libre autointerpretación personal se produce precisamente mediante su mundanidad, temporalidad e historicidad o mejor: a través del mundo, del tiempo y de la historia… Si la historicidad del hombre -y precisamente por ello su historia concreta- es un momento constitutivo interno del sujeto espiritual y libre, entonces tampoco puede omitirse la historia en la pregunta de la salvación como pregunta al sujeto en cuanto un todo uno en su libertad. El hombre debe operar la salvación en la historia en cuanto la encuentra allí como previamente dada y la acepta. Si la historicidad es un existencial del sujeto mismo, entonces tiene que haber historia de la salvación y de la condenación porque ha sido impuesta a la libertad la pregunta de la salvación o bien, a la inversa».
(K. Rahner, "Curso fundamental sobre la fe", 61-62)
(K. Rahner, "Curso fundamental sobre la fe", 61-62)
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