"El amor no es un atributo, sino un acontecimiento; y ningún atributo encuentra sitio en él. "Dios ama" no quiere decir que el amor esté en él como un atributo; amar no es la forma fundamental, estable, inmutable de su rostro; no es la máscara rígida que el modelador saca con yeso del rostro del muerto, sino ese juego fugaz e inagotable de la expresión del rostro, ese guiño luminoso, siempre joven, que recorre unos trazos eternos. El amor se niega a hacerse una imagen del amante, ya que la imagen haría que el rostro se endureciera y fuera tan rígido como un rostro muerto. "Dios ama" es el puro presente: el amor mismo no sabe si amará alguna vez; más aún, ni siquiera sabe si ha amado alguna vez. Le basta con saber una cosa: que ama"
(Rosenzweig, "La Estrella de la Redención", 1)
(Rosenzweig, "La Estrella de la Redención", 1)
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